MEMORIAS DE LA CIUDAD DE EL PASO

MEMORIAS DE LA CIUDAD DE EL PASO1920-1930
Un día, conversando como de costumbre con mi cuñado Tomás Pino Pérez, al que le llevo 25 años de adelanto, me dijo: “tengo curiosidad por saber cómo era el centro del pueblo, cuando estaba habitado hace años, antes de yo nacer. Tú que te criaste por este centro, más o menos podrías acordarte cómo era y escribírmelo.”. Yo le dije que trataría de recordar algo, pues con mis 88 tacos en el lomo, algunas cosas se me habrán ido quién sabe a donde, pero trataremos de hacer algo.
Sin ínfulas de cronista ni literato, ni mucho menos de sabiondo, intentaré narrar mis recuerdos a mi manera y saber, y todo con la ayuda de Dios. Empezaré por presentarme: mi apelativo es Ezequiel González González, así de normalito (pero por deseo de mi madre, fui inscrito en el Registro Civil con el nada menos de Ezequiel María
de la Concepción, y así figura en la partida de nacimiento).
Nací en el barrio de Cachete en la ciudad de El Paso, un 8 de diciembre de 1917, pero por obra y gracia de Don Fermín Sosa Pino, que era el Juez de Paz y encargado del Registro, como mi padre le dijo que nací “anoche”, sin especificar que fue de madrugada, el buen señor me inscribió el día 7. Eso es todo.
Ahora quiero comenzar con ir plasmando mis RECUERDOS durante mi infancia y primeros años de adolescencia.
Como en la época de mi nacimiento los niños y niñas no comenzaban la asistencia al colegio (en aquella época decíamos la escuela) hasta los 7 años, pues empezaremos a partir de ahí, 1924.
ÉSTOS SERÁN MIS RECUERDOS
El centro se conocía simplemente por el nombre genérico de La Plaza (ver referencia (0) en el plano). Como entonces no había sino una, y pequeña por cierto, no había confusión posible. En La Plaza vamos a situar cuatro caminos existentes actualmente, y partiendo del centro geométrico de la confluencia los citaremos por el nombre de aquella época.
1. Del centro al naciente (hacia la cumbre) Camino Real (ver (1)).
2. Del centro al poniente (hacia Los Llanos) también Camino Real (ver (2)).
3. Del centro al sur (aquí hay una pequeña aclaración) empieza el camino con una especie de explanada pequeña, en ancho y largo, que se inicia hacia el sur rumbo a Tacande, pero al finalizar la pequeña explanada, toma rumbo a poniente, y éste desde su inicio al final se llamaba Camino del Cementerio (ver (3)), pues iniciado en La Plaza, terminaba en la puerta del cementerio.
4. Del centro al norte (hacia Tenerra y Bejenao) Camino de Tenerra (ver (4)).
Éstos son los cuatro caminos que nos servirán para ir situando el relato. Aclaremos que en esa época no se llamaban “calles”, sólo caminos, y sin rotulaciones de ninguna clase. También decir que el Camino Real era de los Llanos de Aridane hasta pasada la Cruz Grande. Ahí se bifurcaba en dos caminos: de La Rosa y El Barranco, y Camino Viejo. Al situar los edificios y sus moradores, quiero aclarar también que en tan poco trecho había nada menos que cinco personas con el apelativo de Pedro Capote. En una saga eran dos, y en la otra eran tres. Los diferenciaremos por el segundo apellido, y por el apodo cariñoso con que se conocían y no se enfadaban.
1. Para empezar a situar tomaremos el Camino Real del naciente:
En la esquina de la derecha, se levanta la casa conocida de “Los Tabares”, y se inicia con ello la propiedad amplia del mismo nombre. Era y es de dos plantas, y moraba la familia compuesta por Doña Laudelina Capote (que era la madre), Don Francisco (conocido por Don Paco Tabares, y que estaba casado con Doña Anita Martín con la que tuvo tres hijos: Ela, Melania y Fabio), Don Miguel y Enriqueta (que como estaba demente, la tenían encerrada en una habitación). También había otro hijo llamado Manuel que estaba en Cuba, y cuando regresó casado con Paquita, era llamado y conocido por Manolo. Éste nunca que yo sepa vivió en la casa de la madre, sino en otra de la misma finca que ya describiremos en su momento. Siguiendo el camino por la parte derecha, unido a la casa había una especie de garaje, y seguido la gran higuera y la huerta que empalmaba con un morro de tuneras, almendros y una higuera, hasta llegar al lindero con Don Antonio Fernández, conocido por Antonio Bellido, casado con Doña María Dolores, y tuvieron tres hijos: Bonanza, Quica y Vicente. A orilla del camino levantaba una casa de dos plantes, como vivienda, y seguido comenzaba el cercado de Perera, bastante largo hasta lindar con la propiedad de Don Juan Pérez, conocido también por Don Juan el Cacho. Como esto ya se aleja del centro, vamos a dejar aquí el relato.
Volvamos a la encrucijada del Camino del Naciente, y vemos que en la esquina de la izquierda comienza el muro de contención de La Plaza (La Plaza por este lado está a mayor altura que el camino, y así seguirá todo en alto bastantes metros). Sigue la superficie de los terrenos hasta lindar con la propiedad conocida por El Sitio del Médico. Comienza este sitio, y unos metros más arriba, existe una entrada a la propiedad, y en la esquina del sitio, donde finalizaba la propiedad, se alzaba el famoso Castañero del Médico, que servía de referencia para la salida de las carreras de caballos. Generalmente bastaba decir simplemente El Castañero, y todo el pueblo sabía a lo que se refería. En esa esquina había una entrada para la finca propiedad de Los Tabares antes citada, y siguiendo el camino llegamos sin más casas hasta donde dejamos antes el relato.
2. Vamos a tomar ahora el Camino Real hacia poniente.
En la esquina de la derecha se alza la casa de dos plantas de Don Pedro Capote Gutiérrez, casado con Doña Juana Lorenzo, y tuvieron los hijos Pedro, Tomás, Antonio, Juan y Amparo. Esta casa, siguiendo hacia abajo, linda de arriba con la de Don Juan María González Morales, casado con Juanita Herrera. Tuvieron los hijos Artemio, Esther y Juana. Esta casa, única que yo supiera, constaba de tres plantas, pues como el camino iba en declive hacia abajo, facilitaba hacer unas lonjas como se decía entonces. A continuación había una casa terrera, alargada, que sólo la conocí como la Escuela de Niños (a ella asistí como primero a los siete años, y como maestro Don Manuel Sosa Taño). Esta escuela se denominaba Escuela del Centro, igual que la de niñas, que ya mencionaremos. Y a continuación venía la de Don Vicente Capote (conocido por Vicentico). Era una casa alargada y de dos plantas (aclaremos que todas estas cuatro casas tenían fachada al sur, ésta de Don Vicente la tenía también al norte, porque detrás había una especie de jardín con un muro alto de contención a una huerta propiedad de Don Juan María). Sigamos el camino y encontramos una entrada en cuesta que da acceso a la casa de Don Manuel Pino. Casó Don Manuel con Doña Pepa (nunca supe su apellido, sólo que se conocía por Pepa Pino). Tuvieron los hijos Mima, Jesús María, Charo y Toto (éste último siempre lo conocí y así le llamaban en el pueblo, por Toto, no sé si sería Antonio o Manuel. Como en El Paso se acostumbraba, y lo digo por experiencia, a inscribirlos por un nombre, y después lo llamaban por otro, como mis propios hermanos, Lorenzo y Juan, y los  conocían por Ismael y Mario. Y no digo nada de la familia de mi suegra, de las cuatro hermanas sólo una la conocían por su verdadero nombre. Las demás por otro distinto. De esto está bien enterado Tomás). Sigamos con la entrada antes citada, y en la otra esquina se alzaba una casa de dos plantas, cuya entrada principal era por la esquina de poniente, y una escalinata de piedra hacia el patio superior. Tenía también entrada por la cuesta de Don Manuel Pino. De esa casa, siguiendo el camino siempre por la orilla derecha, había una huerta y seguido el cercado de Elea. La casa yo la conocí como la de La Caitana. Después del cercado de Elea venía otro de Don Tomás Capote. A continuación, las dos huertas del cura, y seguido el caserío de la Hoya de Gabriel. Nunca supe de quién era. Y finalmente, la casa de Elías Clavellino, como era conocido entonces, y aquí termina este relato de la derecha del Camino Real hacia poniente. Volviendo a la encrucijada de La Plaza, tomamos la orilla izquierda hacia poniente, y tenemos la casa de dos plantas de Don Mauricio Herrera Pombrol, casado con Doña Guadalupe Sicilia, y tuvieron cuatro hijos: Mauro, Julio, Heraclio y Pura. Esta casa tenía fachada al norte. A continuación, pegada a ésta, está la de Don Ángel Herrera Pombrol. Casa de dos plantas con fachada al norte. Estaba casada con Doña Wenceslada Hernández, que procedía de Los Llanos de Aridane, y tuvieron cinco hijos: Antonia, Pilar, Beneda, Wenceslada (conocida por Lala) y Ángel. En la entrada principal estaba una portada al Camino Real, comunicando con una especie de patio ajardinado, y en la fachada de poniente está la puerta que comunica con una escalera de acceso al piso superior. Seguido de la casa una huerta del mismo propietario. Después, otra huerta de Don Pedro Capote Gutiérrez, y seguido otra más de Don Mauricio Herrera Pombrol. Y por último la casa de Don Norberto Pérez Díaz, que fue cura de El Paso muchos años. Esta casa de dos plantas y sótano, tiene fachada al norte y al poniente, pues en la esquina de poniente empezaba un corto camino sin nombre (ver (5)) que comunicaba con el camino del cementerio. La entrada principal está por la fachada del norte al camino Real. En la otra esquina del corto camino comienza el caserío de una planta con fachada al norte, al sur, al naciente y poniente. Este caserío pertenece a Don Fermín Sosa Pino, casado con Doña Guadalupe Taño, y tuvieron tres hijos: Manuel, María Luisa y Nestor. Éste era un caserío alargado, cuya entrada principal estaba como a la mitad del mismo, y finalizada la propiedad, se conocía como La boca de la carretera, pues hasta ahí llegaba la que venía de Tajuya y desembocaba en el Camino Real. Después, hasta lo que llamamos la Hoya de Gabriel, eran huertas hasta una especie de callejón en cuesta que comunicaba el Camino Real con la carretera. En la esquina de poniente con el Camino Real, y en frente de la casa del Clavellino, estaba la casa de Corina Morera. También tenía dos plantas con fachada a los cuatro puntos cardinales. Aquí terminamos este relato de la orilla izquierda del Camino Real. Quiero recordar que todas las casas de la orilla derecha tenían fachada y entrada principal al sur.
3. Retornando a la encrucijada de La Plaza, vamos a tomar el Camino del Cementerio. Dijimos al inicio de este camino que había una especie de explanada entre la casa de los Tabares y la de Don Mauricio. Este camino se inicia en dirección sur, y tomando la orilla izquierda está la fachada a poniente de la casa de los Tabares. Sigue un muro de contención de la finca de dichos señores. Este muro iba a morir en el principio de una escalinata, pues la finca estaba a regular altura del camino. En lo de los Tabares se levantó una casa alargada con fachada al norte la pequeña, y a poniente la larga. Constaba de dos plantas. Entre el muro y la casa había un pasadizo a todo lo largo, por donde se iba a la entrada principal y única en la fachada del norte. En esa casa yo no conocí en mi infancia a nadie viviendo, pues era la escuela de niñas, cuya maestra era Doña Vicenta Fernández. Volvamos a la escalinata. Ésta termina en una especie de terraza, a la izquierda para la casa de la escuela, y a la derecha mediante otros escalones, a la puerta principal de una casa que se levantaba de dos plantas con fachada al norte. Delante de esa casa había, a la altura de la terraza, una especie de jardincito, que por la parte de poniente, tenía una baranda de madera. Esta casa no sé de quién era, pero sí sé que fue la fonda de Don Víctor Monterrey, y casa de juego. Después vivió Don José Martín Pérez (conocido por Pepe Martín), casado con Doña Pilar Herrera Hernández, y tuvieron tres hijos: José (al que llamábamos todos Pepito), José Antonio y Teresa. Pepito murió siendo un niño. Tomemos de nuevo el camino. Delante de la escalinata y el jardincito, el camino toma dirección a poniente, y deja de ser explanada. Pasada la fachada del jardincito se forma una plazoletita triangular, cuyo cateto mayor es el jardín, el cateto menor la fachada de la casa, y la hipotenusa el camino. En esa esquina se forma un triángulo pequeño, y hay un banco de cemento (por lo menos lo había). Y entre la esquina y la propiedad de Pedro Gabino se inicia un camino que va hacia naciente con la cuesta del sacristán, y el nombre genérico de Callejón de los Cernícalos (ver (6)). Por la parte norte está la fachada trasera de la casa de Pepe Martín, cuesta arriba, tiene una especie de ventana para dar luz a la cocina, y una puerta que comunica con una escalera que baja a la cocina y otra escalera que sube a un salón en la azotea, donde era la casa de juego en tiempos de la fonda de Don Víctor Monterrey. Por esa puerta entraban y salían los jugadores que venían de Tazacorte, Fuencaliente, y varios puntos más, amén de los de El Paso, que no eran pocos ni flojos tampoco. En la esquina próxima a la puerta lindaba con la propiedad de los Tabarez, que era de pastos, almendros, y algún árbol frutal, y muchos morros a lo largo del camino de los cernícalos. Por la parte izquierda o del sur, empezando en la esquina de Pedro Gabino, se inicia el camino con un garaje de Don Pedro Capote Gutiérrez, en un solar que le cedió Don Vicente Sosa de su finca, que sube por la cuesta, hasta una entrada a la propiedad, y hace esquina a la casa de Don Antonio Herrera, conocida más por la casa de Doña Florentina, que era su esposa. En una casa de dos plantas, con fachada al norte y al sur, a poniente y naciente no tenía huecos. Linda por el naciente con terrenos de Don Vicente Pestana, y esa casa y propiedad se conocía por la de Doña Delfina Pestano. Al llegar ahí, el camino gira hacia el sur, siguiendo el hilo de la propiedad citada, y finalizar esta gira otra vez a naciente, en la casa de Juana Ramos, y hacia la casa de Vicente Ramón, y sigue hacia arriba. En la otra esquina, empieza la propiedad de otro Don Pedro Capote, pero como no supe nunca su segundo apellido, lo llamaremos por su cariñoso apodo, como a toda esta saga, Don Pedro Gabino. Una huerta y una casa de dos plantas con fachada al norte y haciendo esquina, fachada a poniente. En esa esquina se inicia el Camino de Tacande (ver (7)), rumbo al sur. Siguiendo la orilla izquierda, tenemos la esquina de un abrevadero conocido por El Dornajo de la Plaza (ya hablaremos de él). En la esquina citada se inicia una cuesta que se conocía por la Cuesta del Chorro. Seguía a lo largo de la cuesta una huerta, y en frente de donde desembocaba el corto camino que decíamos que empezaba en el Camino Real, había una pequeña casa terrera con fachada y puerta al norte, propiedad de Don Longinos Martín. En esa casa conocí una carnicería, y posteriormente una barbería (hoy dirían peluquería). Seguimos con un huerto del mismo dueño, hasta la puerta del cementerio. Vuelta a la encrucijada de La Plaza, y tomemos la orilla derecha del camino del cementerio. En la esquina dijimos que estaba la casa de Don Mauricio Herrera. Comienza con fachada al naciente, y puerta de entrada principal. Hace una pequeña curva en frente de la plazoletilla triangular, y toma el rumbo a poniente con fachada al sur. Por esa parte tiene también una entrada a la casa, como entrada de servicio. Unida a esta casa está la de su hermano Don Ángel Herrera, y aclaremos que este camino tiene desde la casa de Don Mauricio una elevación sobre el Camino Real, que va aumentando al principio de la de Don Ángel. Por esta causa la citada de Don Ángel tiene fachada al sur, con dos habitaciones, y en el centro puerta de entrada para toda la casa. Sigue un muro de contención del camino, y al final de la propiedad hay otra entrada para una huerta. A continuación propiedad rústica de Don Pedro Capote Gutiérrez, y propiedad de Don Mauricio Herrera. Lindando con esta última, se levanta la casa de Don Abraham Duque Batista, de una planta con fachada al sur, y de dos plantas con fachada al norte. Por el norte limita con huerta de Don Mauricio Herrera, y propiedad del cura Don Norberto Pérez Díaz. Termina la casa de Don Abraham al inicio de la Cuesta del Chorro, y siguen unas pequeñas huertas hasta la esquina del corto camino sin nombre. En la otra esquina del citado camino empieza la propiedad de Don Fermín Sosa Pino, hasta el cementerio.
Decíamos que en la esquina de poniente de la casa de Don Pedro Gabino se iniciaba el Camino de Tacande, pues en principio seguía la propiedad de Don Pedro. Después empieza otra propiedad que no pude saber de quién era, pero en la casa vivía Don Ezequiel González, casado con Doña Isabel Suárez, y tuvieron tres hijos: Ezequiel, Antonio y Pilar. Seguía una huerta y comenzaba la entrada en cuesta para la casa de Don Manuel Triana, que estaba en lo alto. A la izquierda de ese callejoncito había una entrada para otra casita terrera, que decían era de El Gavetero. En la esquina derecha del callejón, una pequeña casita (o pajero, como se decía entonces) que no sé de quién era, y ya seguía el camino hacia el Barrio de Cachete. Recordemos que Don Manuel Triana estaba casado con Doña Flora Felipe (conocida por Flora Taño). Tuvieron dos hijos: Arsenio y Manuel, conocido por Nolo. Tomamos la orilla derecha, y en la esquina de la cuesta estaba el abrevadero o Dornajo de la Plaza. Era un dornajo largo y terminaba en un artístico muro de piedra labrada. Al final hacia el sur del dornajo había un muro, que con otro de contención, unos dos metros de ancho entre ambos, se formaba lo que se denominaba El Chorro: un grifo de una salida de agua donde los vecinos de cerca, algunos muchos de lejos, venían con sus latas, barriles, estos últimos con caballería, a llenar y llevar agua, pues muchas casas del pueblo no tenían agua corriente, y por el municipio proliferaron los abrevaderos o chorros. Aunque no venga a cuento, vamos a nombrar algunos como curiosidad: Las Canales, Don Diego, La Montaña Colorada, Juana Morales, La Plaza, Tío Aquilino, Tajuya, y La Cajita del Agua. Después hubo otro cerca de Panadero. Seguimos la orilla del camino, y por la derecha, a continuación del chorro, había un solar donde Don Juan María González Morales mandó levantar una casa de una planta, con fachada y entrada principal a naciente, y fachada al norte. Por lo visto, como de la casa había comunicación por escalera con la huerta, no sé si la propiedad fuera de Don Juan María, o éste la compró a otro. Esta casa fue para alquilar. Recuerdo que siendo pequeño, vivió allí Don José Ana Duque. No recuerdo quién era su esposa, pero pudiera ser alguna de las hermanas de los Herrera, pues los hijos eran Antonio, Chano y una hembra que no recuerdo el nombre, pero sí los conocí, y eran Duque Herrera. Seguía la casa de Don Longinos Martín. No supe su segundo apellido. Casado con Doña María Cubas, si el nombre no es ése, perdonen. Tuvieron varios hijos. Sólo recuerdo el nombre del varón. Se llama Longinos Martín Cubas, y es de mayor edad que yo, pues ha de tener 93 ó 94 por lo menos, pero al que me une una gran amistad. Seguía una huerta y venía la casa de Don Nazario Hernández. Tampoco supe nunca el segundo apellido. Casado con Doña Luisa Taño. Tuvieron varios hijos, que ya recuerde José (conocido por Pepe), Miguel, César, Charo (que era varón pero nunca supe su verdadero nombre), y una hembra que no recuerdo cómo se llamaba. Puede que se me haya escapado alguno más. Sigo pidiendo perdón. A continuación de la casa, que era de dos plantas, con fachada a los cuatro puntos cardinales, con la entrada mediante escalera, era por el sur, una huerta, y por último, la casa de Doña Josefa Matías, que estaba casada con uno de los Cachos, no recuerdo el nombre. Y sé que tuvieron hijos, pero no sé cuántos, ni el género de cada uno. Y aquí finalizaremos el Camino de Tacande, junto al Barrio de Cachete.
4. Por último retornamos a la encrucijada de La Plaza, y nos ocuparemos del Camino de Tenerra. Este camino va de sur a norte. En la esquina que forma con el Camino Real de Naciente, decimos que está La Plaza, pues a poca distancia hacia Tenerra empezaba una escalinata que daba acceso a La Plaza, y quedaba en frente de la puerta de la iglesia. Siguiendo el camino, proseguía el muro de La Plaza, todo esto con pocos metros, y había otra entrada, ya sólo con uno o dos escalones, pues el camino ya era en cuesta. Terminada la plaza había una especie de balconcillo o pasadizo, con entrada por el camino, con dos o tres escalones, y en la esquina de ese pasadizo se levantaba una casa de dos plantas con fachada a los cuatro puntos cardinales, no teniendo huecos con la que daba al norte, por lindar con el sitio del médico. Por el pasadizo, al llegar al centro, había unos escalones para bajar a la plaza, y en la esquina de la casa, siguiendo a naciente, estaba la entrada hacia el norte. A la mitad de la fachada, giraba a poniente, donde estaba la puerta principal única del piso superior. En ésa siempre oí que era de Pisabonito, un señor de Santa Cruz de La Palma. Esto es de oídos. Yo sólo recuerdo que vivía D. José Ana Pérez Capote, conocido por Pepe Ana, el boticario, casado con Doña Milagros Villar, y tuvieron varios hijos, yo sólo recuerdo a dos varones con los que jugaba de niño: Pepito, como todos lo llamaban, incluso su padre, y Luis. También había hembras, no sé si una o varias, pero aquí las neuronas mías están oscuras. Siguiendo el camino hay un muro de contención de una huerta del sitio del médico, y unos metros adelante está una entrada ajardinada que comunica con la vivienda principal del sitio en la parte alta del mismo. Esa entrada desemboca en un patio amplio y ajardinado, muy bonito en aquella época. La casa era amplia, con fachada a poniente y al sur. Por el norte no tenía huecos ni por naciente. Su entrada principal era por el sur. Nunca supe por qué se llamaba “del médico”, pero algo había, ya que en esa propiedad estaba el castañero del médico, y la era de trilla del médico, así era voz pópuli. Seguimos desde la entrada del camino y continúa el muro que limita una pequeña huerta también ajardinada, y encontramos la entrada para la propiedad que yo sólo conocí por lo de José Antonio y Doña Vitorina. Así llanamente decían todos, aunque muchos decían Juan Antonio el Gordo. Yo conocí personalmente a ese señor, y de gordo no tenía nada. Era muy normalito. En esa propiedad se levantaba a la orilla del camino una casa de dos plantas con fachadas a poniente, al sur y a naciente. Al norte no tenía huecos. Hacia naciente había un gran patio, y al fondo unas casas terreras, donde vivía el matrimonio que tuvieron varios hijos, aquí también estoy medio oscurecido, pues me parece que una se llamaba Nieves, y otra María. No estoy muy seguro de la primera. No recuerdo si hubo algún varón o más hembras. En la casa de dos plantas, en el piso superior, vivía María, casada con Crispín, y tuvo dos hijos, uno Tomás, y la hembra no recuerdo el nombre. Diremos que Crispín murió en esa casa a consecuencia de la peste neumónica que le contagiaron sus hermanas en Argual. Ellas también murieron. Esa casa de la noche a la mañana, sin saber nunca quién lo hizo, le prendieron fuego y ardió totalmente. No se volvió a edificar allí. Seguimos el camino, una pared alta de contención de una huerta, y a pocos metros empieza una especie de callejón en dirección a naciente, y en la otra esquina principia la propiedad que yo siempre conocí por Doña Pepa Méndez. No conocí a su esposo, pero sí a sus hijos Juan, Manuel, Lucio, Luisa y creo que la otra se llamaba Juana, en eso tengo dudas. No recuerdo si había alguno más. Todos estos hermanos nunca supe por qué se conocían por el apodo de Cocina. Donde terminaba la huerta empezaba la cuesta, y allí está la casa de Doña Pepa, con fachada a poniente, y entrada principal al sur y al naciente. Al norte no tenía hueco. Por la parte del sur podía decir que era de dos plantas, pues había una entrada desde el camino. Unas habitaciones o lonjas donde vivió unos meses un artista del circo Segura, cuando dicho circo se estableció en El Paso en plan de descanso. Me parece fueron por lo menos seis meses o más. Allí se inició, siendo niña, la gran trapecista Pinito Segura, o más conocida como Pinito del Oro. Segura con su esposa y sus cinco hijos, dos varones y tres hembras, vivió esa temporada frente a Doña Pepa Méndez, en una casa que había fabricado el marido de Beneda Castillo, como así se conocía. Por la parte de Tenerra, dejaremos aquí el relato de la orilla derecha.
Tomemos ahora la orilla izquierda. Sabemos que empezaba la casa de dos plantas de Don Pedro Capote Gutiérrez. Fachada al naciente toda ella frente a la plaza. Al centro de la fachada estaba la entrada principal. Al llegar a la otra esquina se iniciaba la cuesta, y había una entrada, la llamaremos de servicio, que pasaba por la puerta de la cocina. A continuación de esa entrada había una pequeña casa terrera con puerta al camino, y compuesta de dos departamentos: el anterior nombrado y otro posterior con entrada por la de servicio. Ambos departamentos se comunicaban interiormente. Esto era propiedad del señor Capote. En la parte anterior había una carnicería, creo que fue la primera que hubo en el pueblo. Si no es así pido otra vez perdón. Detrás era el matadero. Tenía piso de cemento, con inclinación ligera hacia el centro, donde había un sumidero para los residuos de la matazón, y un palo firme donde amarraban la res que se iba a sacrificar. Esta carnicería, que yo sepa, la regentaba, no sé si por cuenta propia o por cuenta del señor Capote, pero el carnicero, (así decíamos antes, hoy le dicen correctamente tablajero). Era el viejo Fuluco, bisabuelo de los que quedan hoy con ese apodo cariñoso. A continuación empezaba el muro de contención de lo que más tarde sería la Plaza Nueva (ver (8)). Al final había una entrada, y a continuación un morro de tuneras y unas cirueleras, que no sé de quién eran, pero sí sé que Don Vicente Simón Fernández, conocido popularmente por Vicente Bellido, construyó en ese solar un edificio de una planta al camino y dos a poniente, donde montó un bar con el nombre de Bar de Bellido. Este edificio estaba justo enfrente de la casa donde murió Crispín. Terminada la fachada de este edifico hay una entrada para la parte baja, y seguido la pared de contención del camino que se eleva sobre una huerta de Don Vicente Simón. Al final del muro se inicia un camino que va hacia poniente. Se llamaba Camino del Verde. Ya le tocará el turno también. En la otra esquina se levanta un torreón para la electricidad, y a muy poco la casa que decíamos era de Beneda Castillo, y aquí dejaremos a Tenerra. De ahí para arriba hay mucho caserío. Hablemos del Camino del Verde (ver (9)).
Se inicia en el camino de Tenerra, y va hacia poniente. Empiezan unas huertas y morros hasta llegar a una casa donde vivía Frasquita Marrero, con su esposo Vicente. Era inválido por accidente, y andaba con dos muletas de madera. Con ellos vivían sus hijos. Recuerdo un varón llamado Antonio, casado con Kika, y una hembra que no recuerdo el nombre. No sé si había alguno más. La casa era terrera, con fachada a poniente que daba a un patio, y al norte que daba a las huertas. Por el sur no había hueco al camino, pero sí la entrada al patio. Y a continuación del patio, hacia poniente, se levantaba otra casa de la misma propiedad, también terrera, de nueva y más moderna construcción, con fachada y entrada por el sur, y fachada y entrada al naciente por el patio. Por el norte y poniente no habían huecos. Seguía hacia poniente un huerto y dos casitas terreras donde vivían Balbina y Joaquina. Eran dos hermanas solteras. Su propiedad lindaba siempre a poniente con la de Francisco Pérez, conocido por Francisco el Gacio. Al terminar ésta, estaba la entrada de un callejón, y en la esquina de abajo otra casita donde vivía Lolita la sepulturera. El camino seguía y era bastante largo. Volvamos a tomar la orilla izquierda, y encontramos el muro de contención del camino con una huerta, y en ésta una casa de Dolores Bellido, que era la madre de Vicente, Juan y Leonila. Seguimos y está la entrada de otra propiedad que yo conocía por la casa de María Pinillo. Esta casa no daba al camino. Próximo al camino había una era para trilla. Termina esta propiedad y empieza la de los padres de Emilio Vallejo. Nunca supe cuál era su apellido. Era un caserío alargada de naciente a poniente, sin huecos al camino. Había una entrada al principio, y la fachada era al sur, con un patio a todo lo largo, y otra entrada desde el camino hasta el final de la casa por poniente. A continuación un huerto, y la casa donde vivía Leonila con sus hijos: Antoñico, Juan y Pilar. Seguimos más abajo, en lo alto de un morro, otra casa terrera, donde vivió Bernarda con sus hijas. En esa casa después vivió Cirilo y Delmira con sus hijos. De ahí para abajo huertos hasta muy abajo, que volvía a empezar el caserío de El Verde. Hasta aquí los caminos que yo recuerdo existían en los años veinte. Quiero aclarar que todos los caminos citados estaban debidamente empedrados y emparedados. La era del asfalto no había llegado ni para la carretera. 
Ahora vamos a hacer algunas aclaraciones y puntuaciones:
En el camino del cementerio, Don Pedro Gabino cedió a su hijo Pedro un terreno desde su casa hasta el inicio de la cuesta del Sacristán, donde edificó de arrimo a la casa de su padre una casa de dos plantas con fachadas al norte, al naciente y al sur. Junto a la casa por naciente una portada, amplia para dar entrada a la propiedad y a su casa. Por dicha entrada, al final de la rampa, a la vivienda del piso alto, seguido de la portada hacia naciente un caserío terrero con fachada al norte y al sur. Se componía el caserío de un salón, una habitación y otro cuchitril más pequeño que lindaba con el garage que dijimos era de Don Pedro Capote Gutiérrez. En el salón se instaló una carpintería con máquinas modernas, movidas por un motor de gasolina instalado detrás del edificio. Era este taller de Manolo Henríquez y Santiago, dos buenos carpinteros, se dedicaban a carpintería general y muebles. En la habitación siguiente montaron el taller de barnizado para aquellas piezas que lo precisaran, y finalmente en el cuchitril se instaló Don Guillermo Sicilia, conocida por Guillermo Zorrilla, con su zapatería. Más tarde esa carpintería fue trasladada a Vista Alegre, a la parte baja de una casa que construyeron Manolo y Santiago. El salón llegó a ser un bar, y más tarde diferentes usos hasta hoy. La habitación del barniz se convirtió en la carpintería de Don José Cárdenes, conocido por Pepe Roque, y la zapatería pasó a un sobrino de Don Guillermo, creo que se llamaba Pepe. Por el camino real hacia el este, en el sitio del médico, había ya hemos dicho una era y el castañero. Pues dando a la era había una habitación donde estaba instalado un alambique para destilar el aguardiente que salía de las madres del vino que se quemaban allí. Por la parte de poniente de la era seguía la entrada a toda la propiedad, muy bien empedrada. Y desde el camino, una huerta de sur a norte, la entrada giraba al norte y comunicaba con la parte alta del sitio, y con un patio largo de poniente a naciente donde había construido un caserío terrero para cuadras y almacenes de diversos usos. Incluso encima de la primera edificación a poniente, había una hermosa habitación, como si alguna vez hubiera sido vivienda de servicio.
En la finca de los Tabares de poniente a naciente, se construyó más o menos en la mitad de los morros, en una hondonada, un estanque redondo, con capacidad para tres mil pipas. También tenía otro estanque de buena capacidad en la esquina de la finca por el camino real, y enfrente hacia el norte, al final de la huerta, había otro estanque pequeño. Camino real a poniente: en el camino corto que se iniciaba ahí y moría en el del cementerio, por la izquierda, fachada de la casa del cura, con una gran portada de entrada a un hermoso patio, y por donde entraba al sótano, y la casa por la fachada sur. En ese patio había una especie de jaulas en alto, todo de cemento, y al frente de rejilla, para criar conejos y aves. Seguía el camino con la huerta de Don Abraham. Por la derecha, la casa de Don Fermín, con una gran portada, y seguido el muro de contención (entonces era pared) hasta la esquina del camino del cementerio. En el inicio de la cuesta del Chorro, Don Abraham permitió a su hijo Francisco que construyera una vivienda, con fachada al sur y a poniente, y entrada por el sur. Esa vivienda por el sur era una planta, y por poniente y norte eran dos. Para entrar a la propiedad había una entrada por la cuesta. Camino real a poniente: quiero decir que las huertas llamadas del cura se convirtieron en viveros forestales, y en la esquina del callejón de la casa de Corina, por la parte naciente construyó Don Fidel Monterrey un edificio de dos plantas, que la superior daba a la carretera. El edificio tenía fachada a los cuatro puntos cardinales. En la planta baja instaló un molino de gofio, y en la alta una vivienda. Hablemos de la carretera: empezaba la boca de la carretera con su primer pequeño tramo hacia el sur. Iniciaba una curva hacia la derecha y se dirigía hacia poniente, hasta
la curva había una huerta y unos almendros de Don Fermín. Después estaban los morros del cementerio, y unos metros más a poniente, edificio de Don Víctor Monterrey, lo que se llamó Hotel y Teatro Monterrey, y se sigue llamando. Ahí vivía él, con su esposa Doña Maruca, y sus hijos Víctor Manuel, Honorio (conocido por Tito), el otro le decían Nolo, Miguel Ángel, y José (llamado Pepe). Hembras habían Matilde, Carmen Celia, y otra que no recuerdo el nombre. Creo que no habían más. A continuación del teatro conocido por el Salón de Don Víctor había una terraza, y seguido otra construcción dando a la carretera propiedad también de Don Víctor, que constaba de una habitación junto a la terraza, dicho sea de paso, en esa habitación fue la primera tienda de Pepito el Cirio. Seguían dos o tres garajes, y una casa de dos plantas, con fachada al norte y a poniente, que edificó Pedro Cruz. Antes hubo en ese solar una casita vieja donde vivió Tía Francisca, con su hijo Damián y Alejandrina. De ahí se mudó al Camino del Verde. Seguía un huerto, y en otro solar construyó Don Juan Fernández el médico una casa casi redonda, con vistas a vivir con su familia, su madre, no recuerdo el nombre, y sus hermanas Vicenta y Leonor, y además montar una clínica. Así se hizo, y en unión con otro médico de Los Llanos, apellidado Santanache, llegaron a realizar una operación a una mujer hermana de Nena Nazco, y no sé por qué, pero el caso es que murió después de operada. Nunca más se operó a nadie ahí. Don Juan era el único médico que había en el valle que tuviera rayos X, y los manejaba bastante bien. Seguido construyó Don Darino Acosta una casa de dos plantas, con fachada a naciente, norte y poniente. Al sur estaban los morros. La entrada principal desde la carretera mediante una escalera por la parte de naciente. Seguían los huertos hasta que fabricó otra casa Miguel Lorenzo Méndez, conocido por Miguel el chófer. Casa de dos plantas con entrada al piso superior mediante portada y escalera. Por la parte de poniente tenía fachada al norte y a poniente, a naciente y al sur creo que no habían huecos. Y por último una especie de triángulo, y la casa de Don Vicente. No conocí sus apellidos, pero era muy conocido por Vicente Bujero, casado con Doña Julia Perera, y tuvieron que yo recuerde cuatro hijos: el varón más viejo no recuerdo el nombre, las hembras Carmen, Nieves y Zoila. Volvemos a la boca de la carretera, y tomamos la orilla de la derecha. Encontramos unas huertas hasta la casa de Don Fidel Monterrey, ya citado. A continuación, el patio de Corina, una pared y una casa nueva de una planta que se llamó el Bar de Zorrilla. Tenía dando a la carretera una especie de venta de víveres, y un salón para juego de cartas, dominó, damas y una mesa de billar. Esa casa tenía fachada a la carretera y al norte. Al final de la casa había una entrada hacia el norte por donde se iba a la casa donde vivía Don Guillermo Sicilia (Zorrilla). Seguimos la carretera y no había nada, huertas y huertos hasta una entrada en forma de callejón, que iba a parar a unos caseríos más adentro y terminaba en el Camino Real. Después del callejón estaba una casa de dos plantas que construyó Juanito Herrera. En el piso superior vivienda. Tenía fachada al sur, a poniente, norte y naciente. No había huecos. La entrada principal mediante un pasillo era por poniente. Seguía un solar y encontramos la casa del águila. Esa casa la construyó un tal Sarmiento, que procedía de Gran Canaria y vino a El Paso para construir los tubos que formaron la conducción de agua desde El Riachuelo hasta Los Llanos, con sus cajitas de reparto, nueva dirección y anulación de la conducción vieja. La casa era de dos plantas, con vivienda en el piso superior, fachada a la carretera y un balcón apoyado sobre las alas de un águila, de ahí su nombre. La entrada era por poniente, mediante pasillo y escalera a la parte superior. También tenía fachada a poniente. A continuación hay otra entrada que comunica con la planta baja de una casa que fabricaron Manolo Henríquez y Santiago, con fachada a la carretera y al norte. En la planta alta, las dos viviendas separadas por pared medianera, y en la parte baja del norte se instaló la carpintería que en principio estaba en el camino del cementerio, en el salón de Pedro Gabino. Por último como remate, está la casa de Don Braulio Martín. Ésa es de nueva planta moderna. La pongo como remate a este relato de la carretera. Vamos al camino de Tenerra: orilla de la izquierda. La casa de la carnicería desapareció, y en su lugar se empezó a construir un edificio desde el camino y hacia poniente, hasta lindar con la propiedad de Don Juan María, más allá de donde terminaba la vivienda de Don Juan, pues seguía un pajero para una vaca, un estanque y una huerta. Hasta el estanque llegaba el edificio de Don Pedro Capote. Por el norte tiene una planta que se alza a nivel de lo que será la plaza nueva. En la fachada de naciente, en todo lo alto, está una imagen del Corazón de Jesús. Ese edificio tiene entrada por la que decíamos que era de servicio a la casa de Don Pedro Capote, y en ese edificio montó el hijo Pedro Capote Lorenzo una fábrica de cigarrillos con el nombre de Helios. Por el muro del camino se abrió un hueco y se construyó una amplia escalinata para dar acceso a la parte que después sería de la citada plaza nueva. Seguía el muro y terminaba en otra entrada a nivel del camino, que ya daba al terreno de la futura plaza. Aquí terminamos con Tenerra. En lo que se llamó la Plaza Nueva estaba a medio edificar lo que se pretendía fuera una gran iglesia, toda de piedra labrada. Nunca supe por qué se paró ese trabajo, pero cuando yo nací ya llevaba muchos años quieta. En su interior las columnas a la mitad más o menos, unas más, otras menos. Las cuatro paredes estaban a la misma altura, cerrando un rectángulo de naciente a poniente. Había una entrada por naciente. Ésta era de servicio. Y otras tres: una por el norte, otra por el sur, y la que llamaríamos principal por poniente. Allí que yo recuerde sólo se entraba por poniente, una puerta desvencijada por la que nos colábamos los chicos a jugar. En ese recinto recuerdo ver montado un circo de unos húngaros, que tenía tres monos, un caballo negro y una cabra que ponía las cuatro patas encima de un carrete, un trapecio, y alguna cosilla más de poca monta. Más tarde se montó también el Circo Segura. Ése sí tenía buenas cosas. Pues bien, parece que había guardado algún dinero de los que mandaban de Cuba, y Don Pedro Capote Gutiérrez tuvo la genial idea de querer iniciar la terminación de esa iglesia, y convenció a los vecinos que de piedra sería imposible terminarla, pues ya no había ni canteros que fueran labrantes de piedra, pero que él había visto algunas iglesias que se podían hacer de tres naves: las dos laterales a la misma altura, y la central a mayor altura. Hubo conformidad. Apareció el dinero por lo visto, y manos a la obra. Cada vez que se ponía una losa o techo de hormigón se reunían todos los albañiles del pueblo sin distinción de creo y muchísimos hombres de todas las edades para realizar ese trabajo. Y eran tantos los cooperantes voluntarios que en medio día se realizaba ese trabajo. Finalizado ya estaba preparado el refrigerio y gran comilona de la época, con su vino correspondiente, y muchas mujeres que lo prepararon todo y sirvieron a los comensales. Así se terminó la iglesia de paredes y techo. Para la parte donde iba el altar mayor se formó un artilugio que algún gracioso lo bautizó como un “lebrillo embolcado”. Por dentro se completaron las columnas a base de imitación con cemento, y todo quedó muy bien. Así se terminó lo que después se empezó a llamar la Iglesia Nueva, y más tarde, la Parroquia. Ahora había que construir la plaza, que llevaba abandonada el mismo tiempo que la iglesia. Pues casi de igual forma, siendo alcalde Don Manuel Sosa Taño, se terminó de construir la plaza, con su kiosko para la música, un paseo de naciente a poniente por la derecha y por la izquierda de la iglesia, y un cuadrado delante de la iglesia por poniente, un parterre con flores y árboles en cada esquina, y un redondel alrededor del kiosko para bailar en las verbenas. Decíamos que por naciente se levantó una escalinata, y al final está un rectángulo que une los dos laterales, y a los lados de la escalinata hay una baranda sobre el muro, a los lados de la puerta de entrada a la sacristía un banco de cemento, todo el paseo norte está con su baranda, así como la parte de naciente y el tramo de la esquina al edificio del Señor Capote. Había un banco corrido desde el tramo sur a poniente, y parte del norte, donde descansaban las posaderas las señoras que iban con sus hijas a las verbenas. También a los lados de la puerta de la iglesia habían bancos corridos. La iglesia de El Paso fue bendecida con el nombre de Nuestra Señora de Bonanza. Esa imagen estaba en el altar mayor de la Iglesia Vieja, como se empezó a llamar después de inaugurar la nueva, y en la nueva se puso la Inmaculada. Aquí se termina Tenerra y los caminos. Sólo falta hablar del conjunto arquitectónico que forma la Iglesia Vieja y la casa anexa a la misma. Eso lo haremos más tarde. Vamos a mentar lo que habían en las plantas bajas de los edificios, pues sólo hemos dicho los habitantes. Los bajos también tienen su interés como se verá. En la casa de los Tabárez había una tienda de tejidos y algo de calzado. Se llamaba la tienda de Doña Anita Martín. Sabemos que era la esposa de Don Paco Tabárez. Era de poniente a naciente, seguido había una habitación que se empleaba como almacén, bien de esta tienda o de una venta que había seguido donde finalizaba la casa. En esa venta no sé quién sería el primero, pero conocí a Domingo Postarra y su madre, que procedían de Las Manchas. También a Cipriana, a Capote el tuerto, y por último a Miguel Díaz. No sé si entre unos y otros hubo alguno más. Seguía el garage que ya habíamos nombrado, y recuerdo haber visto los coches antiguos que tenía el hijo Diego de Don Pedro Capote Lorenzo. Hoy en esa casa vivió Don Pedro, casado con Doña Carmen Cámara y sus hijos. Seguido el camino llegamos a las lonjas de Bellido, y ahí recuerdo que hubo alguna tienda o venta porque tenía un mostrador en ángulo recto, el lado menor de norte a sur, con entrada por poniente, y el lado mayor de poniente a naciente, con entrada por el camino real. Unido a esta especie de salón o venta había una habitación que se comunicaba mediante puerta, y en esa habitación se instaló un artefacto llamado telégrafo, que consistía en un mamotreto, parecido a un teléfono de pared, con auricular y bocina, pero en la parte baja tenía un depósito de cristal con un líquido y dos barras sumergidas que producían una reacción química a modo de pilas eléctricas, que creo facilitaba la corriente para que funcionara. Este aparato estaba en la planta baja de Don Pedro Capote Gutiérrez, y se lo retiraron. Para atender ese servicio que comunicaba con la central telegráfica que había en Los Llanos, nombraron a mi madre Nieves González Pérez. Decían que era mujer leída y escribida, y de confianza para guardar los secretos que podrían tener los telegramas. Vaya usted a saber si ése fue el verdadero motivo! Ese artilugio se trasladó últimamente a la casa de Doña Florentina, en la cuesta del sacristán, que ya también hemos nombrado. Siguió a cargo de mi madre, hasta que se hizo cargo la Telefónica, como también hemos dicho en otra ocasión. Por la izquierda del camino no hay nada hasta donde llega el relato. Por Tenerra, en la casa de Don Pedro Capote Gutiérrez había una tienda de tejidos y calzado. Seguía una oficina donde estuvo el telégrafo antes citado. Seguía a la entrada principal de la casa otra habitación más donde hubo una venta que regentaba Elisa, que tuvo un hijo que llamó Manuel. Esta mujer con su hijo marchó a Cuba, y allí estudió Manuel, y llegó a ser un buen abogado. Seguido de esto había un salón donde se montó una carpintería para hacer las cajas grandes donde se mandaba a España los puros y cigarrillos. Seguía la entrada de servicio, y el nuevo edificio hasta el Bar de Bellido ya citado en otras ocasiones. Camino real de poniente. La casa de Don Pedro Capote con su tienda, y seguido una estancia donde estaba la fábrica puros, con varios operarios, y se elaboraban diferentes tamaños y formas de muy buena calidad para el consumo del país. Otra calidad para mandar a España, con una mezcla de tabaco ordenada por la tabacalera española, que eran puras tagarninas. No admitían la buena calidad. Yo creo que el español que se atreviera a fumarse uno, estaría acordando y no con buen recuerdo de la madre del canario que lo elaboró. Seguían las lonjas de Don Juan María. No había nada, sólo una vez y por poco tiempo puso Don Juan a Chano el latonero en una de las lonjas para que le confeccionara unos envases de hojalata que necesitaba para enviar queso a Cuba. Eso duró poco tiempo. Seguía la escuela de niños, y entre la escuela y la casa de Don Vicente Capote (yo no lo conocí) había un esquinero, pues la escuela estaba más adentro de la casa. También tenía pequeña separación, no había arrimo. Ahí fue donde Juanito Capote puso el surtidor de gasolina y vendía ésta en latas de cinco litros, y de veinte, como también petróleo. Entonces no existía el gas-oil, sólo una única clase de gasolina. Llegamos a la casa de Don Vicente, y allí estaba el famoso salón de baile de Vicentico. Tenía tres puertas al camino y dos ventanas, y al principio la puerta de entrada principal a la casa con una escalera de madera muy hermosa. El salón a poniente tenía un escenario como un metro de altura más o menos, y a naciente un balconcillo con baranda y debajo la cantina, que comunicaba con una cocina con puerta al jardín detrás de la casa. Yo no conocí eso como salón de baile, sino como el primer cine que hubo en El Paso, que era mudo, y lo tenía montado Don Miguel Brito, conocido por medio millón. Era de Santa Cruz de La Palma. La máquina estaba instalada en una casucha unida a la casa por poniente, y mediante los huecos precisos salí el foco hacia naciente donde estaba el telón o pantalla. Empezaban las filas de bancos que las dos primeras costaba la entrada cinco céntimos. Las otras dos una perra. Y según se iba alejando de la pantalla iba aumentando el precio, hasta que las sillas del escenario eran de una peseta. Con Don Miguel teníamos muchas anécdotas que contar, pero será para otra ocasión si me decidó a escribir de otras cosas de la infancia y adolescencia. Con familiares y amigos habría tela que cortar. En ese salón, cuando Don Miguel Brito se cansó del cine, cogió sus bártulos y se mandó a mudar para Tenerife. Entonces desapareció el escenario, y se montó un bar con el nombre de Bar Central. La cantina al naciente. Las mesas de billar a poniente, y todo el resto mesas para juegos de cartas y dominó. Me parece que el primer dueño que yo conocí fue Pancho Tacón. Procedía de Tazacorte. Después lo tuvo Crispín, el que murió de la peste. Le siguió Manuel Papeo, y cuando yo me marché de El Paso lo tenía Alejandro. Supe que siguió cambiando de dueño hasta que desapareció. Hoy existe en ese local otra clase de negocio. Con respecto a ese bar quiero decir que mi hermano Ismael le dedicó una poesía descriptiva que le venía al pelo, y la titulaba “El cenáculo del escupitajo”, pues todos los salivazos, que no eran pocos, iban al suelo. En la casa de la Caitana, en las lonjas, tenía un almacén Don Antonio Cordobés para la tienda. De ahí hacia poniente, lo que se dijo de la Hoya de Gabriel. Por la orilla de la izquierda, en los bajos de Don Mauricio Herrera, una tienda de tejidos y alguna cosilla más al principio de la tienda. Seguía un salón de norte a sur, donde hubo montada por cuenta del señor Herrera una zapatería donde se confeccionaban zapatos de mujer y de caballero, hasta de charol. Los zapateros fueron Ángel María y Juan Pulguita. El primero se fue a Cuba con su familia, y el segundo se instaló por su cuenta en el camino viejo. Después puso un almacén de muebles. Hoy existe un estudio fotográfico. También hubo un bar. En los bajos de Don Ángel Herrera estaba la primera botica fundad por Don Vicente Capote (Vicentico). El hijo de Vicentico, llamado también Vicente, hablando como hoy estudió farmacia y se estableció en Santa Cruz de La Palma (farmacia Capote). Don Vicentico se nota que murió. Ya digo que yo no lo conocí. Esa botica la adquirió Don Miguel Jurado Serrano. Era peninsular, aunque su madre y hermanas, y su hermano Antonio vivían en Las Palmas de Gran Canaria. Yo conocí a Antonio, que también era farmacéutico, y se estableción en Vecindario (Gran Canaria) donde falleció. Seguimos hasta la casa del cura, Don Norberto Pérez Díaz, y allí tenían una tienda de tejidos, ferreterías y pinturas, Don Antonio Cordobéz González, y Don Francisco Monterrey Hernández. También vendían madera que almacenaban en el sótano. Viene ahora Don Fermín al principio del caserío. Me parece que tuvo su yerno, Don Juan Pérez Capote, su despacho de médico. Hoy se llamaría consulta, no estoy muy seguro. Al final de caserío, montó a su cuenta Don Manuel Sosa Taño, hijo de Don Fermín, una imprenta donde el impresor procedente de Santa Cruz de La Palma, llamado Ovidio Alcober, y mi hermano Lorenzo, conocido por Ismael, que también fue tipógrafo y encuadernador. Confeccionaban un periódico, y hacían trabajo de encargo. Ahí empezaron a enseñar el oficio a Pedro Pérez y Pérez, que no lo siguió. Por último, como  fin de relato de este camino, está el molino de Fidel que ya fue nombrado. Por el camino del cementerio, en la casa alargada de los Tabárez, al venir de Cuba Manolo, casado con Paquita, se pusieron a vivir en los bajos y utilizaban la cocina en la parte alta. Este matrimonio se marchó más tarde a Tenerife, donde tuvieron una pensión en la calle del Sol. Fracasado por el genio del esposo, retornaron a El Paso, pero como habiendo vendido antes la propiedad a Don Miguel Pino, tuvieron que ir a vivir a El Paso de Abajo en casa de alquiler. Doña Paquita era una buena modista y costurera. Al trasladar la escuela de niñas al grupo escolar, habitó la casa Don Miguel Pino, y su esposa Doña Lola Padrón, que vivían en el sitio del médico. También en ese sitio anteriormente vivió el médido Don Juan Pérez Capote, que no fue el que dio nombre a ese sitio. Hoy lo habita Doña María Luisa Pino, viuda de Don Tomás Capote Lorenzo. Volvamos al camino del cementerio. En primer término, la tienda de Don Ángel Herrera. Tejidos y artículos de regalo, con su escaparate a la plazoletilla triangular ya citada. Seguía en la esquina de la cuesta el garage, la zapatería y la carpintería citadas anteriormente, y en los bajos de Pedro Capote hijo, una barbería que atendía el dueño de la casa, buen barbero y buen peluquero hasta de señoras. En la casa de Don Pedro Gabino padre, una tienda de víveres en general, y algo de cereales y licores. Fue una tienda importante. Seguía la cuesta del chorro con la carnicería nombrada también, y hasta el cementerio. Por la orilla derecha, próximo al chorro, y frente a Gabino padre, la tienda de tejidos y algo de víveres de Doña María Martín, hermana de la Doña Anita que ya conocemos, y esposa de Don Abraham Duque Batista, y esta orilla se acabó. Como podrás apreciar, para ser una ciudad de pocos habitantes, tenía un centro bastante comercial. Si habláramos de la periferia te asombrarías de la cantidad de comercios variados que existían. Hasta ahora hemos hablado de los caminos porque en esa época no existían calles, ni estaban rotuladas con nombres propios. Ahora los vamos a bautizar: 
- (0): La plaza vieja: Pedro Capote Gutiérrez.
- (1): Camino real hacia naciente: General Mola.
- (2): Camino real hacia poniente: Manuel Taño.
- (3): Camino del cementerio: fue 13 de Septiembre (ahora Salvador Miralles).
- (4): Camino de Tenerra de sur a norte: General Franco.
- (5): Camino entre Manuel Taño y Salvador Miralles: Fermín Sosa Pino.
- (6): Cuesta del sacristán, o callejón de los cernícalos: Coromoto.
- (7): Camino de Tacande: Norberto Pérez Díaz.
- (8): La plaza nueva: Manuel Sosa Taño.
- (9): Camino del Verde: Juan Fernández Fernández, y Juan Pérez Capote.
Vamos ahora a modernizarnos. Al construirse un nuevo y amplio cementerio en el huerto de Montero (así se llamaba el sitio), al cual se accede por tramo de camino que comienza en la calle Tanausú, cruza la de Juan Fernández, y va directa al cementerio, el camino del verde se divide en dos: Juan Fernández, de la avenida hacia poniente, y Juan Pérez Capote, del cruce a General Franco hacia naciente. La avenida de Jose Antonio atraviesa el centro de norte a sur, cruza las calles de Juan Pérez Capote, Tanausú, Manuel Taño, y en ella desemboca Salvador Miralles, antiguo camino del cementerio, o Trece de Septiembre. La avenida desemboca en la carretera de la cumbre. De la avenida hacia poniente arranca una calle llamada Antonio Pino Pérez, y por detrás del teatro, de norte a sur, está la calle Pedro Martín Hernández y Castillo.
Ya sólo nos queda comentar el conjunto arquitectónico de la iglesia vieja, pero diremos que en los bajos de la casa de Pisabonito, en la plaza, estaba la botica de Don Pepe Ana. Más tarde estuvo el local de la juventud católica. Siguió la botica de Don Miguel Jurado, hasta que Ricardo su hijo la trasladó a la calle Tanausú. También en la casa de Pisabonito, en el piso alto, estuvo el juzgado municipal, y la biblioteca popular. Finalmente la totalidad de la casa fue ocupada por Ricardo Jurado, y el último fue el lapidario. Hoy no sé qué habrá.