LAS VENTAS

LAS VENTAS, LAS TIENDAS Y OTRAS COSAS EN EL PASO
Hay un dicho que se expresa así: “Cuando el diablo no tiene qué hacer, descose la capa y la vuelve a coser”. Pues como yo no me considero diablo, y no tengo capa, pero tampoco tengo nada que hacer, pues me voy a entretener en contar más o menos cómo recuerdo era el comercio en mi pueblo El Paso, en mi niñez y adolescencia. Empezaremos por diferenciar lo que eran tiendas y lo que eran ventas. A medida que las vayamos mencionando, seguiré explicando lo que era una u otra. Las ventas superaban en número a las tiendas, por lo tanto, vamos a empezar por las primeras, y las iremos enumerando de este a oeste.
Las ventas:
En Las Canales estaba la venta de la viuda de Rocha, y en El Barrial una panadería también de Rocha (muy buen pan). Barranco abajo encontramos la de Martín Vallejo y el Molino de Gofio del mismo dueño. Entrando por la Cuesta del Viejo salimos a La Rosa, y encontramos la de Juanito el de Petrona, la de Melo González, la de Angelito el Cuico y la de Pepe Chamejo. Todas éstas en un palmo de terreno, en lo que se llamaba el Abrigado. Tomando el camino hacia el Camino Viejo encontramos la de Domingo el de Jorge, y la de Pepa de Andrea, y en dirección a la Montaña Colorada estaba la Ventera. Volvemos a La Rosa, y en el Morrito estaba la de Vicente Pino. Camino abajo encontramos la de Liberato y las Camachitas. En la Cruz Grande la de Pepe Sosa, y en la Cuesta de la Cruz Grande, la de Doña Teresa Padrón. Más abajo, creo recordar a Cipriana en la casa de Antonio Bellido, y en la plaza, la de Domingo Postarra, en la casa de los Tabáres (ésta tuvo muchos dueños). Por los Cernícalos, en los cuatro caminos de Correa, estaban la del propio Correa y la de Martín Candelaria. Más abajo la de Andrea Pino, y llegamos otra vez a la plaza, donde estaba la de Rosario Gabino y su esposo Ismael Acosta. En la Hoya de Gabriel había una que me parece era de Los Gatos, y también ponía tapas de hígado con mojo para beber vino. Seguimos hacia abajo y había otra en los Bajos de Caruncho, y en la Cajita del Agua, la de Faustino Pino. Por Tacande sólo recuerdo la de Tío Aquilino, y también la de Carmen Cordobés en los bajos de la casa de Anacleto el Cacho. Por la carretera de Tajuya estaba la de Severiano, y bajando por el camino de Panadero, cerca del cruce con el que viene de la Cajita del Agua, había otra venta. Por la carretera estaba la de Juan Pérez, primero en los bajos de la casa de Anita Gamona, y después en su propia casa en el Badén. En Tajuya estaba la de Bruno en el empalme, y más alla la de Juan Gabino. Seguimos y llegamos a la de El Paraíso, y antes de San Nicolás hay otra, y por último en la esquina con la plaza hay otra venta, y más adelante un molino de gofio y la última venta. Por Tenerra había una venta enfrente de la casa de Doña Pepa Méndez, por encima del Torreón. Esto es más o menos lo que yo recuerdo. Puede que en el tintero se haya quedado alguna.
Las tiendas
Vamos ahora con las tiendas. En el Barranco de las Canales estaba la de Vicente Sosa, tejidos y artículos de regalo y algo de calzado (ésa se convirtió en el gran complejo de Antonio Suaiso, hijo de Vicente, alguien tuvo la ocurrencia de llamarlo El Corte Inglés, pues por muy inverosímil que parezca, allí había de todo). En La Rosa estaba la de Jose Ana Pérez, tejidos, ropas de cama, lencería, etc. y algo de pintura. En el Camino Viejo, la de Miguel el de Cristabela, y en los cuatro caminos la de Don Pedro Martín, tejidos, calzados y materiales de construcción. En la casa de Antonio Padrón estuvo la cooperativa, que la regía el padre de estos Padrones. Llegamos a la plaza y estaba la de Anita Martín, en la casa de los Tabares, tejidos y calzados, bien surtida. La de Don Pedro Capote Gutiérrez, en los bajo de su casa. La de Don Mauricio Herrera, tejidos, artículos de regalo, calzado y muebles. La de Don Ángel Herrera, tejidos, artículos de regalo, algo de calzado, y representación de las máquinas de coser Singer. La de María Martín, en la casa de Don Abraham Duque, tejidos. La de Don Antonio Cordobés González y Don Francisco Monterrey Hernández, tejidos, artículos de regalo, algo de ferreterías, pinturas y madera. En la Cajita del Agua, la de Lina Pino, tejidos, y por último en la Crucillada, Antonio Reyes con calzado.
Funcionamiento
¿Cómo funcionaban las ventas y las tiendas? En las ventas, por regla general, casi todo se vendía a granel, y se pesaba por libras y onzas. Cada cual compraba con arreglo a sus posibilidades. Había quien pedía 5 céntimos de especies, y esto era cominos, clavos y especias, la pimienta negra era cosa aparte. Imagínese lo que podrían obtener por ese precio, pues les alcanzaba para “templar” el caldo (hoy puchero). Asímismo, el aceite se compraba hasta por una perra. Había un recipiente de hoja de lata donde se guardaban las medidas, y las había para una perra hasta un litro. Lo que era de envolver en papel baso. Era un papel fuerte, estilo folio, y de color acanelado. Para lo de líquido cada cual traía su envase. Se usaba para los líquidos el cuartillo, la medida que era una cuarta parte, y el medio cuartillo. También estaba el galón, el medio, el cuartón y el barril, y por último la pipa. En las ventas también habían bebidas embotelladas, como licores y aguardientes. La caña se vendía a granel, pues las traían en barricas de América. Las papas y los boniatos se pesaban también por arrobas, quintales y hasta por latas, y una cantidad que se llamaba fisca, que costaba tres perras. En las tiendas, para medir se usaba la vara y la cuarta. Yo recuerdo perfectamente estas pesas y medidas, hasta que se implantó el sistema métrico decimal, y empezó a funcionar el metro, el litro y el kilo, aunque hoy se emplean el medio, el cuartón, el barril y la pipa, unos para agua y para vino.
Otros establecimientos
Quiero hacer una mención a los molinos de gofio, ya que por ellos se pueden catalogar uno de los alimentos primordiales que había junto con las papas. Estaban funcionando el molino de Manuel Rolo, con dos piedras y dos motores. Éste en los Cernícalos. El de Martín Vallejo en el Barranco de las Canales, el de Tomás el Sordo en la Cruz Grande, el de Fidel Monterrey en la Hoya de Gabriel, otro en Tajuya y otro más en Las Manchas. Hoy creo que no existe ninguno. Sólo los hay como industria en Los Llanos de Aridane. Panaderías estaba: Panadero, Victoria Malgara en Tenerra, Graciliana en Cachete, Rochita en El Barrial, Juan Perera en El Paso de Abajo, y Bellido en la Plaza. Me parece que hoy sólo existe la de la Plaza. Zapaterías para el arreglo del calzado, que yo recuerdo, eran la de Guillermo Zorrilla. Primero estuvo en el Calorín, y después en la Plaza, que fue cedida a un sobrino, Juan Pulguita en el Camino Viejo, César en los bajos de Antonio Bellido, otra en Tenerra, el Cojo Valeriana en el Camino Viejo, Antonio el Cojo en el Calvario, y en la Cajita del Agua, en el camino que viene del barranco, había una que el zapatero era un inválido, y también Don Luis el Chisme. Este zapatero trabajaba a domicilio, pues había mucha gente que compraba la suela y le avisaban para que fuera a hacerles el trabajo. Éste era un hombre alto y desgarbado que metía los trebejos en un saco, se lo cargaba colgado del hombro a la espalda, y se iba a realizar el encargo. En la Hoya de Gabriel hubo una ferreteria de Domingo Postarro, y más abajo, en los bajos de Ezequiel Yanes, otra ferretería de Manuel Triana. En la Hoya de Gabriel tenía Darino Acosta una especie de almacen para la venta de materiales de construcción. En los bajos de Elisio González estaba la Talabartería de su padre. Más abajo, en la casa de Perera, tenía Antonio un comercio para la venta de cereales, y por último, en la Cajita del Agua, Antonio Pino también vendía cereales y materiales de construcción. Creo que para un pueblo con una población más o menos pequeña, era una gran plantilla comercial. Si creen que esto es un latazo, que me perdone Dios, pero sigo creyendo que si a los jóvenes de hoy se les preguntara cómo vivían sus abuelos, casi diría que la mayoría no conocían lo que aquí se relata sobre el comercio.
Esperando que a alguien le sirva de entretenimiento, sería mi mayor regocijo.
                                                                                                                    Ezequiel González González.